martes, 8 de febrero de 2011

El Americano.



El poblado de Tombstone era tal cual lo recordaba, un manojo de maderos mal apilados que formaban las construcciones más horribles que un hombre podría desear tener como hogar. Hace tiempo habían servido como refugio para los mineros que trabajaban la mina de Tombstone, pero de eso hacía ya mucho tiempo, la mina y toda esperanza de progreso eran apenas un recuerdo en la mente de los escasos pobladores. Tombstone hoy en dia no era mas que una posta de paso entre Grey Hill y Folsom.

El bajó de su caballo que una vez libre de su jinete se puso a beber del agua oscura de los bebederos que había instalados en la puerta de la taberna.
Cruzó las puertas vaivén que lo separaban del saloon, y camino erguido con la vista posada en la barra, su camisa de un perfecto azul con cuatro estrellas blancas en el pecho parecía recién sacada de la tintorería a pesar de que llevaba varios días cubriendo su torso duro como una plancha de acero. Los habituales del bar dejaron de hacer lo que sea que estuvieran haciendo para contemplar a este deslumbrante vaquero. Continuo caminando con paso firme y abriéndose camino entre los asombrados concurrentes, hasta que sus botas se detuvieron y quitándose su sombrero blanco con voz firme dijo:
-¡Se acabaron tus andanzas El Diablo*¹!
El sujeto vestido de negro que estaba sentado en la barra se dio vuelta lentamente mientras acariciaba su grueso mostacho.
-¡Pero si es El Americano*²! –dijo con un tono monocorde.
-Se te acusa del asalto al tren del oro en Grey Hill. Entrégate en paz o probaras mis puños.
-Ni la una ni la otra. Escuchen bien, esta bolsa de oro puede ser de cualquiera de ustedes. Solo tienen que matar al Americano. –gritó el Diablo mientras sacudía una pesada bolsa entre sus manos.
Un indio que observaba apoyado en una columna, sacó su cuchillo y caminó con paso decidido al encuentro del Americano. El indio observó las cartucheras a los flancos del vaquero y no vio pistola alguna a la que temer, así que se lanzó como un puma sobre su presa, lo que el indio ignoraba es que El Americano tiene la fuerza de diez búfalos y la velocidad de una liebre, así que detener la amenaza no le supuso ningún problema. Tomó al indio por la mano que sostenía el cuchillo y descargó su codo con todo su peso sobre el brazo extendido del indio dejándolo completamente inservible. Al ver esto un pistolero que estaba en la mesa del póker se puso de pie y desenfundó y montó sus dos pistolas dejándolas listas para abrir varios agujeros en el cuerpo del Americano, ignorando que el hombre con la camisa de estrellas tiene la astucia de un zorro. Las balas comenzaron a volar con dirección certera, El Americano tumbó una mesa y se protegió detrás de ella, para luego levantarla y usarla como escudo para acercarse al pistolero y colocar la mesa justo debajo del mentón de este. Solo bastó un ligero sacudón para sacarle la mandíbula de lugar con el filo de la mesa. Ningún otro parroquiano se había levantado para desafiar al Americano, no por que la recompensa no fuera buena, si, no porque El Diablo se había marchado con la bolsa de oro que había prometido.
El Americano salió y con la rapidez que lo caracteriza montó su caballo y se apresuró a seguir el escaso rastro que había dejado el bandolero al que llamaban El Diablo…


…le pisó los talones durante gran parte de la noche, pero por algún misterioso capricho del destino no pudo echarle las manos encima. La persecución lo condujo al río caimán, ahí lo estaba esperando el bandolero con una emboscada.
En la espesura del bosque que rodea al río El Americano fue sorprendido con un golpe en la nuca que lo dejó inconciente, cuando despertó se encontró con el escenario menos esperado… se encontraba sobre la delgada rama de un árbol, a diez metros del río infectado de cocodrilos, pero eso no era todo, estaba atado de pies y manos; y con una horca alrededor del cuello. En poco tiempo la rama se partiría y moriría ahorcado, si lograba zafarse de la horca moriría devorado por los cocodrilos hambrientos del río caimán…


¿Podrá El Americano salvarse de este cruel plan de El Diablo?


Entérate que va a pasar la próxima semana en un nuevo número de Wild West Weekly!!!

Bobby Adamson de ocho años pasó la página esperando que la historia continuara, a pesar de que había leído que hasta la semana que viene no habría mas aventuras del Americano. Volvió las páginas al comienzo de la historia y la releyó. No sería la primera vez que lo haría, esta historia lo acompañaría en su transición por la senda del heroísmo, pero no nos adelantemos. Aun faltan dos años para que Bobby se encuentre con su destino.

Pero esta historia tiene un tercer protagonista. Thomas Nort, también conocido como Albert Delaware, Charles Tremaine y otra larga lista de seudónimos, era un escritor de pulps. Su carrera no había sido lo que el esperaba, su vida no había sido lo que el esperaba, luego de perder su trabajo de reportero se dedicó a escribir historias para las revistas baratas, pudo haber escrito cómics, pero eso ya habría sido rebajarse demasiado. No discriminaba ningún genero, le daba lo mismo si era policial, de piratas (como se vendían las de piratas) o westerns (entre ellos The American Man). Solo le interesaba el dinero que estas le dejaban, el poco dinero que estas le dejaban. Ya a los treinta años, hasta el cuello de deudas, con una adicción al “hada verde” que había importado de su estadía como corresponsal en Francia y un fragmento de Joyce que daba vueltas en su cabeza todo el día, “…Esta visión le hizo sentir agudamente su propia escasez de de fondos y de ánimo. Estaba cansado de andar dando vueltas, de tomar al diablo por la cola, de picardías e intrigas. Cumpliría treinta y uno en noviembre. ¿Jamás conseguiría un buen trabajo? ¿Jamás tendría un hogar propio? Pensó cuan agradable sería tener un fuego calido junto al cual sentarse y una buena cena ante la cual hallarse…la experiencia había amargado su corazón…”

Thomas tomó una decisión o al menos eso le pareció a su retorcida mente, tomó una cuerda y arrojó uno de los extremos por sobre una viga que se asomaba en el cielorraso, se paró sobre un taburete y pasó el otro extremo de la cuerda alrededor de su cuello, a pesar de que había intentado cientos de veces el nudo de la horca, jamás había logrado que fuera efectivo y la verdad que no tenía ganas de fallar en una empresa como esta, así que hizo un nudo de esos con los que se anudan las corbatas. Una vez todo estuvo dispuesto dio un paso hacia la nada, algo que El Americano en su historia jamás podría haber hecho esto, el habría buscado la manera de salvar su pellejo y poner tras las rejas a El Diablo tan solo utilizando sus manos, pero Thomas no era American Man, su vida no era un pulp barato y la era de los héroes aun no había comenzado…



*¹ N. del T.”El Diablo” en español en el original.

*² N. del T. en el original “The American Man”

Sin dudas en mi cabeza toda esta historia se veía mejor.

8 comentarios:

Berserkwolf dijo...

me he topado con esa sensacion de que era mejor en la mente...
igual buena historia

Necio Hutopo dijo...

Supongo que es parte de la idea de hacer serios los orígenes de la Kofradia, no?

Lucaso Cómics dijo...

El Americano era Bravestar!!!

Juan dijo...

continuando con tu nueva faceta, bien, me gusta! me hizo acordar a watchmen...

Matías B. Bazán dijo...

Diferente pero me gusta!!!!

Definitivamente, vale la pena destacar un millón de detallles muy propios del folletín Pulp!!!!

Muy bueno!!!!


Saludos!!!!!!!!!

Miss Tania dijo...

As I said before, keep going, sir.

Se que mi duda no sera respondida, pero la dejo aqui de todos modos: La primera historia es un extracto de algun otro lado o todo esto esta ideado por ti? Me gusta mucho eso de historias dentro de historias, como alguien bien dijo arriba, recuerda a Watchmen (en ese sentido).

Como me gustaria ser heroe ahora... en fin. Un saludo.

oenlao dijo...

Siempre en nuestra cabeza las ideas parecen mejores. Pero esto que do muybien.

Caro Pé dijo...

Muy bueno Jardinero!
SAlutes!

Robar es delito penado por la ley...

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