The Dumbo complex...

-Usas mucho esas camisetas de superhéroes, pero cuando tenés que hacer algo heroico te cagás todo –dijo Blue en un tono desafiante.


-Ya vi ese capitulo. No soy Sheldon, así que pensá otro discurso –respondió seco el Jardinero al otro lado del teléfono.

-Te mandé la ubicación y el plan en un mensaje de texto. Vos sabrás lo que hacés. Solo te digo que estamos encerrados en un sótano/bunker rodeados de nazis que si llegan a entrar van a hacer desastres con nosotros… CLICK…

“Bien, acá estás. Sos la última esperanza, tenés en tus manos ese papel que siempre quisiste interpretar. La única cagada es que tu neurosis no te deja salir a la calle…” pensó el Jardinero.

Hacía un año que el Jardinero del Kaos no salía a la calle. Había decidido recluirse porque ya no soportaba más el contacto con otros seres humanos. Había tomado hasta el último recaudo para no tener que salir nunca más a la calle. Había comprado toneladas de comidas enlatadas, llenado su improvisada bodega y comprado todos los productos de higiene personal que necesitaría en su reclusión. Tenía todo lo que necesitaba: Internet, libros, películas y bastante material para pasarse un par de años encerrado. Le aterraba la idea de salir a la calle. No quería esos horribles síntomas corriendo por el disco duro de su cerebro de nuevo ni tampoco le agradaba la idea de meterse ese milagro de la farmacología que le había recetado su ex psiquiatra. Las pastillas cumplían muy bien su objetivo, lograban sacar al Jardinero a la calle, no en su mejor estado más bien en un formato lavado y estrujado que recordaba más a un zombi que al ser humano que debía parecer. Como todo medicamento tenía sus contras: le nublaban por completo su aspecto creativo y lo habían llevado a tomar un rumbo errático y autodestructivo que no quería atravesar de nuevo, pero si debía meterse una de esas mierdas debajo de la lengua para salvar a sus amigos, sin duda lo haría.

El Jardinero buscó en el cajón de las camisetas. ¿Cuál sería la más apropiada para esta aventura? ¿La de Linterna Verde? ¿Punisher? ¿Batman?... ¡Flash! El Jardinero tomó la camiseta roja con el rayo amarillo cruzando el círculo blanco en el pecho. Se la puso hasta donde pudo, había olvidado los kilos de mas que llevaba encima ahora gracias a su sedentarismo.

-Algo ajustada… -susurró.

Se puso el sobretodo negro y las gafas para el sol…”y para la gente que le daba asco” (como decía el poeta), caminó decidido hacia el frasco de las pastillas mágicas, lo tomó con sus dedos índice y pulgar de la mano izquierda y quito la tapa…

-La puta madre!!! –gritó.

Estaba vacía, vacía!!! En un ataque de desesperación, comenzó a hurgar en todos los frascos que había a su alcance y nada. Se desmoronó. El Jardinero del Kaos no se deprimía, se “desmoronaba”. Se sentía como hacía un año atrás, miedo, pánico, desesperanza…todo junto. Le faltaba el aire, veía todo nublado y las piernas le temblaban. Cayó en la cama, no podía salir, no podía…

-Tranquilo, pensá…serenate, pensá un momento, no hay pastillas…llamá a la farmacia y pedí que te manden…no, no, no, un domingo, estás loco, no te la van a traer…

Cerró sus ojos y llenó sus pulmones de aire, recordó aquello de respirar para calmarse y contar hasta diez, toda esa mierda Zen, new age que tanto detestaba.

-Objetos de poder, las pastillas se convirtieron en mi objeto de poder más allá de toda mierda farmacológica y eso. El efecto era inmediato, solo tenía que ponérselas debajo de la lengua para calmar los síntomas. No había una acción farmacológica en esa acción. Había llegado a esta hipótesis semanas después del inicio de su reclusión, según el prospecto y su experiencia personal dejar la medicación de un día para el otro le provocaría síndrome de abstinencia, el tratamiento requería un abandono paulatino reduciendo las dosis hasta su completa supresión. No había sufrido abstinencia al dejarla. Comprobó que no eran las pastillas en si la que le daban poder si no la ceremonia, el acto mágico de llevarse el comprimido a la boca y tragarlo.

-Es como en Dumbo. El no volaba gracias a la pluma que sujetaba con la trompa. El volaba gracias a sus orejotas –dijo el Jardinero.

Las pastillas eran al Jardinero lo que la pluma a Dumbo.

-Estoy en caída libre del edificio, solo me falta que el ratón me diga que la pluma nunca fue mágica… ¡o conseguirme otra “pluma mágica”! –giró su cabeza hacía la mesa de luz y ahí la vio, la nueva “pluma mágica”, el objeto de poder, el truco psicológico que lo sacaría a las calles. Tomo en sus manos el ejemplar numero uno de la Liga de la Justicia Internacional, lo enrolló y lo puso en el bolsillo interno de su sobretodo y de un salto se puso frente a la puerta…

-¿No olvidas algo? –se dijo el Jardinero. Por alguna extraña razón Blue le había pedido que le llevara una corbata. Tomó una vieja corbata roja de su ropero y salió rumbo al rescate. Las piernas no le temblaban, no le faltaba el aire. Se sentía seguro y muy a gusto con la revista en el bolsillo. El artilugio psicológico estaba funcionando de mil maravillas…