sábado, 16 de agosto de 2008

El taxidermista.(primera parte)


1
Demian Orville.


Demian Orville. No era precisamente un hombre agradable. Su trabajo no requería serlo, tampoco había sido agraciado con una belleza sublime. Era casi tan alto como un chimpancé adulto erguido y su contextura física era similar (por no decir que era calcada a la de un primate). En su omóplato derecho tenia un quiste que iba aumentando de volumen a medida que pasaban los años. Sus ojos eran de un repulsivo color amarillo (como el de la primera orina de la mañana) y sus grasientos cabellos enmarcaban un rostro rechoncho y lleno de pústulas.
Su personalidad no era muy diferente de su aspecto. No tenia amigos, la escasa familia que le quedaba lo rechazaba y el poco contacto que había tenido con el sexo opuesto había sido con las rameras del Pont Tournelle.
Demian Orville de veintitrés años era taxidermista, no era el único de la ciudad, pero sin lugar a dudas era el mejor. Su padre Jacques Orville había sido el mejor. Su abuelo Émile Orville lo había sido también y el repugnante Demian no podía aspirar a menos.
Por más desagradable que resultara tener un trato directo con Demian, la mayoría de los trofeos de caza de los duques, condes, príncipes y hasta reyes de casi toda Europa pasaban por sus manos. En una oportunidad estuvo a punto de estrechar la mano de Luís XV, pero el rey considero que esto era poco protocolar y por sobre todas las cosas desagradable. No porque Orville fuera un plebeyo, la simple idea de tocar a un ser tan desagradable como orville le provocaba escalofríos.
Se había iniciado en la profesión a los ocho años. Como todo aprendiz comenzó embalsamando ranas y otros batracios, para luego pasar a los roedores y otros mamíferos pequeños. Cuando estos menesteres dejaron de ser un reto para el, comenzó a recoger perros y gatos abandonados, los cuales después de ser asesinados por el pequeño eran cuidadosamente disecados y exhibidos en los aparadores del taller de su padre. El próximo paso eran las aves. Después de practicar con algunas palomas y cuervos Demian se sintió satisfecho, todo esto era demasiado fácil para el, después de hacer una copia en madera de las criaturas y de tratar las pieles o los plumajes (según cada caso) envolvía el maniquí con la piel y lo cosía prolijamente ocultando los hilos en los lugares donde nunca nadie se fijaría. Las copias eran perfectas, no quería admitirlo , pero muy dentro suyo sabía que había superado con creces a sus predecesores, no solo en el arte del armado de los cuerpos sino también en el arte de la conservación ya que había descubierto que combinando ciertas esencias el deterioro de las pieles demoraba mucho mas de lo habitual.
Jacques Orville se sentía orgulloso de su hijo, a la edad de diez años embalsamo su primer lobo para el duque Felipe de Orleáns quien quedo maravillado ante las habilidades del niño, pensó en llevarlo a palacio y darle un lugar en su corte, pero era demasiado horrible para andar paseándose por Versalles (salvo claro que fuera una especie de bufón).
El muchacho jamás supo del orgullo que su padre sentía por el. En el verano de mil setecientos veintiséis Jacques orville murió atacado por la peste bubónica y la empresa familiar quedo en las manos del joven Demian de tan solo quince años de edad.
El tiempo corría y no había que darle ventaja a la muerte y su inexorable propensión a corromper la carne exánime. Demian Orville puso manos a la obra, tuvo que dejar las lágrimas para más tarde, ya que no se le presentaría en la vida la oportunidad de embalsamar a un ser humano.
Con los órganos de Jacques aun calientes se dispuso a vaciar el cuerpo de todo su contenido, realizando pequeñas incisiones extrajo: el hígado, ambos riñones, el corazón y todas aquellas piezas que no conocía con exactitud, pero había visto en los animales que había embalsamado solo que en menor tamaño. Luego relleno el cuerpo con hierbas y bálsamos conservantes que solo el conocía. No durmió ni descanso hasta que el cadáver estuvo listo.
Ninguno de los pocos asistentes al funeral se dio cuenta del prodigio que estaban presenciando. Jacques Orville había sido abierto, despojado de todas sus vísceras y tratado con una variedad de esencias y conservantes que lo dejarían incorruptible para toda la eternidad.
Nada era suficiente para Demian, ya no había ninguna cosa que le resultara un desafío. Los encargos que le realizaban los miembros de la aristocracia no le resultaban nada dificiles para sus habilidosas manos. Por un momento pensó en dejar todo y marcharse al lejano oriente. Según había oído, allí existían bestias gigantes que sin duda le representarían un reto a la hora de disecarlas. Pasaba horas pensando y graficando como proceder para vaciar a un elefante y cuanto tiempo y trabajo le llevaría disecarlo. El dinero no era problema, había hecho fortunas a costillas de la alta sociedad, que el no fuera un miembro no significaba que sus trabajos no fueran bien apreciados por las altas esferas del París del siglo XVIII, pero no podía abandonar Paris, se sentía muy aferrado a su rutina, a pesar de tener veintitrés años ya se sentía un viejo. Había considerado la posibilidad de tomar un pupilo y transmitirle los secretos del embalsamamiento, cualquier orfanato le cedería uno de sus niños sin muchos cuestionamientos, pero no. El legado de los Orville no podía caer en las manos de cualquier niño expósito. El legado de los Orville debía seguir siendo patrimonio de la familia. Si alguien habría de tomar el lugar de Demian este debía ser hijo de su propia simiente, carne de su carne y sangre de su sangre.
Orville se enfrentaba al mayor de sus problemas, al mayor de sus temores: las mujeres.
Las putas del Pont Tournelle no eran una buena alternativa, por cada hora de sexo le pedían cantidades exorbitantes de dinero y con cada visita los valores aumentaban, es que soportar a una criatura tan atroz como Orville no tenia precio. Demian no entendía las indirectas y seguía gastando su pequeña fortuna en las putas del Pont Tournelle.
Su aspecto era tan repulsivo que era rechazado por las mismas putas que no tenían ningún inconveniente en acostarse con los viejos decrépitos y desagradables de la corte.
Los vientres de las putas no estaban en venta. Cualquier precio que pudiera ponerles Orville no era suficiente, no es que no necesitaran el dinero, pero la sola idea e llevar en sus panzas un engendro producto de la simiente de Orville les causaba escalofríos.
Demian no podía codearse con la alta sociedad, su profesión no era considerada para nada noble, tampoco podía tratar con el vulgo ya que le temían y consideraban su presencia de mal agüero. El joven no recordaba haber tenido una conversación con otra persona jamás en su vida, salvo con su padre y sus clientes, pero sus charlas se limitaban a lo estrictamente laboral.
No frecuentaba bares, jamás se había emborrachado, jamás se había divertido ni gozado de las mieles del amor verdadero. El amor para Demian era aun una materia pendiente. Un misterio por resolver, un enorme ovillo de preguntas por desenmarañar, casi comparable al misterio de embalsamar elefantes.
Nunca se había enamorado de nadie, no había tenido la necesidad, le bastaba con las caricias ficticias que le propiciaban las putas del Pont Tournelle y las promesas de falsos amores que estas le vendían cada noche.
Pero Orville tenía un secreto que había mantenido durante toda su vida. Además del embalsamamiento Orville había cultivado otro arte. Un arte desconocido por la totalidad de la gente. Un arma que de solo usarla podría poner al mundo a sus pies. Solo había un problema jamás había tenido la posibilidad de usarla con un ser vivo y de seguir así jamás tendría la mas mínima oportunidad.
El arma secreta que Demian Orville poseía era el beso perfecto, el tipo de beso que podría enamorar a cualquier mujer del mundo, solo que ninguna en su sano juicio se dejaría besar por un ser tan repulsivo como Orville, ni siquiera las putas del Pont Tournelle.

4 comentarios:

g. dijo...

Interesante primera parte.
Me gustó más que nada el ambiente, creo que para eso es la primera parte.
Crea un cierto ambiente interesante. Aunque debo admitir que por momentos me hizo acordar a "El Perfume" (No leí el libro ni lo haría, pero por diferentes razones terminé viendo dos veces la película).
Espero con ansías a ver como se desdobla la historia, y ver como se narran esos besos.

Personas embalsamadas que recuerdo en este momento (Sin contar egipcios):
Lenin.
Eva Peron.
Juan Domingo Peron (¿?)

Anónimo dijo...

bien, me gusta la historia, me gustan algunas palabras "extrañas" que usás, el ambiente histórico, etc.

Lo malo: hay partes bastante desprolijas, palabras repetidas varias veces, faltan acentos y mayúsculas

Creo que podrías releerlo y pulirlo un poco más, porque la idea está buena

g. dijo...

Yo no lo dije como nada malo; en el devenir de la historia veremos para donde termina.
Por ahora viene bien y tiene ese "gustito".
Terminelo.

Ah, con respecto a eso de "las ideas en el aire", le contesté algo pero del otro lado, en "Esto no lo dije yo". Así que lea ese tercer comentario.

PD: mis cuentos están en Suaznabar.
Así que si quiere leer alguno, bienvenido será.

Duquesa de Katmandu dijo...

Buenísimo. EL beso perfecto. El Duque de Orleans.
No entré antes acá porque hace poco fui al Museo de Ciencias Naturales y me impresioné un poco.

Saludos,

Robar es delito penado por la ley...

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